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Los peruanos lo dan todo para alcanzar el Amazonas


IQUITOS, Perú (BP) — A sólo tres días de la muerte de su esposa, Edison Romero, de 72 años, se subió a un bote lleno de gente para hacer un viaje por el Río Amazonas. Hubiera podido quedarse en casa lamentando su pérdida, pero decidió hacer el viaje de 12 horas desde su aldea hasta Iquitos, Perú, para asistir a un entrenamiento misionero.

“No podía perdérmelo,” dijo Romero.

La Escuela de Misiones Interculturales a la que asiste Romero cerca de la ciudad de Iquitos es uno de los tres centros de capacitación inaugurados por Perú a las Naciones, una organización bautista peruana.

Cada dos meses, Romero, junto con otros 30 participantes y los miembros de sus familias –desde ancianos hasta niños- se reúnen afuera de la Iglesia Evangélica Bautista Betania en Iquitos. Todos se suben apretados a dos rudimentarios autobuses de metal, junto con su equipaje y media docena de pollos vivos, para hacer el viaje de una hora que los transportará por un lodoso camino lleno de agujeros.

Al final del camino, los viajeros –cargados con sus hijos y equipaje—suben descalzos una pantanosa fosa de lodo. En el banco del Río Nanay, el cual fluye hasta el Amazonas, se suben a una angosta barca de madera. Casi ni se puede respirar; el aire es sofocante. Ahora harán otro viaje de 45 minutos por el río, hasta llegar al campamento en la selva.

Una vez que llegan a la orilla del campamento, llevan cargando sus pertenencias por un sendero de tierra hasta las cabinas de madera –cubiertas con hojas de banano secas y mallas para mosquiteros—esa será su casa durante tres días. No hay electricidad ni agua caliente. Y ya que no hay refrigerador, los pollos vivos les servirán como alimento fresco diario. Los niños más pequeños deben entretenerse solos, sin la ayuda de las facilidades modernas, juguetes o comodidades físicas.

Aún así, nadie se queja.

MISIONES INTERCULTURALES

Los líderes del grupo son Tommy y Beth Larner, misioneros de la Junta de Misiones Internacionales, IMB, oriundos de Texas. Tommy, quien trabaja con Perú a las Naciones, ayudó a comenzar este campamento de capacitación. Él y Beth son los líderes de un equipo que enseña a contar historias bíblicas, técnicas de evangelismo, métodos de plantación de iglesias y otros principios misioneros.

Es crucial capacitar a los creyentes nacionales en el área misionera para que alcancen a Perú con el Evangelio, dijo Tommy.

“No podemos alcanzar [al mundo] por nosotros mismos. Simplemente hay demasiado qué hacer,” dijo. “Podemos ir a un grupo todavía no alcanzado. Pero si yo puedo enviar a un montón más de peruanos e invertir mi vida en ellos, puedo ser más efectivo al enviarlos que si yo fuera solo.”

Las misiones interculturales a menudo implican llevar el Evangelio a otros países. Pero la escuela cerca de Iquitos enseña a los creyentes en el Amazonas a compartir a Cristo de manera efectiva entre las muchas aldeas en la selva de Perú.

“Estos [creyentes] viven dentro de las misiones interculturales,” dijo Tommy. “Su pasión es ir a lo más profundo y más lejano de la selva donde el Evangelio aún no se ha predicado.”

Carlos Peñaherrera, pastor de la Iglesia Evangélica Bautista Betania en Iquitos, comparte dicha pasión.

Peñaherrera conoció a Tommy en otra conferencia misionera en otra ciudad peruana y le ayudó a comenzar la escuela. Ahora este pastor viaja a las aldeas en el Amazonas que ya han sido alcanzadas con el Evangelio, promoviendo la escuela y retando a los creyentes con la Gran Comisión. También participa en las sesiones de capacitación.

“Hay mucha necesidad en nuestras propias aldeas, en nuestro propio país y particularmente en el Amazonas,” dijo Peñaherrera. “Hay lugares que todavía no han sido tocados por el Evangelio. Algunos son pequeños. Algunos son grandes. Hay muchas culturas, idiomas, etnias. Algunas son similares, pero siguen siendo pueblos diferentes.”

COMPROMISO TOTAL

Los estudiantes de la Escuela de Misiones Interculturales están listos para hacer lo que sea con tal de alcanzar el Amazonas con el Evangelio, dicen los líderes. Sergio Soria es un ejemplo de esto.

En el viaje por barco desde Iquitos hasta el campamento de capacitación, los pasajeros están muy apretados e incómodos, pero Soria ha aprendido a dormir durante casi cualquier circunstancia. Ahora incluso toma una siesta con una mano agarrada de la orilla del viejo techo de la barca, roncando suavemente. Ya tiene bastante práctica.

Como muchos de sus colegas estudiantes, Soria vive en una aldea en la selva. El viaje por barco desde su aldea hasta Iquitos tarda de 12 a 18 horas, dependiendo de las condiciones en el Río Amazonas. Y eso no incluye el viaje en grupo desde Iquitos hasta el campamento de capacitación. Aún así, él hace este viaje cada dos meses para obtener la capacitación que él cree le ayudará a cumplir con el propósito de Dios para su vida.

“He estado en aldeas por todo el río y he visto la necesidad de la gente,” dijo Soria. “Y Dios puso en mi corazón el deseo de trabajar como misionero. Quiero usar lo que he aprendido en esta escuela para entender mejor a la gente y poder ir a lugares donde nunca se ha llevado el Evangelio.”

El viaje en barca desde Iquitos le cuesta $30 a Soria. Para un artesano que vende artesanías económicas en un mercado local, es muy difícil de conseguir esa cantidad. Muchos de los otros estudiantes como Soria enfrentan las mismas dificultades financieras.

Rafael Ijuma repara y vende zapatos usados como un medio de subsistencia, pero quiere ser misionero de tiempo completo. Cada tres semanas va de arriba abajo por el Amazonas compartiendo el Evangelio en diversas comunidades. Durante el tiempo que está en casa, debe ganar el dinero suficiente en su negocio de zapatos para sustentar a su familia mientras está fuera haciendo misiones.

Pero vale la pena compartir sobre Cristo, dijo Ijuma.

“He visto la necesidad de la gente,” dijo. “Yo me pongo en su lugar, y los veo como yo mismo estaba antes de Cristo. La necesidad que yo tenía antes, ahora la tienen ellos. Y todo mi esfuerzo se concentra en que ellos puedan entender lo que era antes, y lo que soy ahora.

“Pero el dinero es un problema real,” añadió Ijuma. “Quiero trabajar tiempo completo como misionero, pero es cuestión de finanzas. Así que oro para que Dios provea un medio por el cual me dé más tiempo para las misiones.”

Pero ambos, Soria e Ijuma, han identificado lugares nuevos donde quieren llevar el Evangelio, aunque los dos necesitan conseguir sus propias barcas para llegar ahí. Están orando para que Dios provea.

Mientras tanto, Soria e Ijuma forman parte del primer grupo de graduados de la Escuela de Misiones Interculturales, cuya ceremonia será en junio en Iquitos. Los líderes de la escuela solicitan a los bautistas del sur que oren por todos los graduados.

“Oren para que usen su entrenamiento para ser mejores testigos de Cristo en Perú,” dijo Tommy Larner. “Oren también para que Dios les provea el transporte y las finanzas necesarias para llevar el Evangelio a través de la selva del Amazonas.”
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Emily Pearson es una escritora de la Junta de Misiones Internacionales, IMB, residente en América Latina.

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  • Por Emily Pearson