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Tinieblas y luz en Sutherland Springs


GRAPEVINE, Texas (BP) — El prólogo de Juan en los Evangelios es mi pasaje favorito de Navidad al mostrarnos un esbozo teológico de lo que pasó en el establo de Belén. Sabemos que Jesús es “el verbo,” la luz en las tinieblas. Con un sombrío gozo leemos que “las tinieblas no han podido extinguirla.”

Pensé en ese pasaje cuando consideré las tinieblas manifestadas ayer (5 de noviembre) en la iglesia bautista en Sutherland Springs.
Mientras escribo esto, horas después del evento, expertos hablan en el trasfondo acerca de las causas y las soluciones — “unirnos” como nación, leyes contra las armas y nuestra cultura de violencia. Con el debido respeto por esos más instruidos que yo, no hay solución mediante la inspiración o la política. Las tinieblas odian la luz; las tinieblas odian la vida; las tinieblas verdaderamente odian las iglesias que celebran al Salvador resucitado. Eso no es nuevo. Y no va a cambiar.
Todavía nos afligimos. El corazón se sacude dentro de mí ante el dolor de un pastor y su esposa que perdieron a su preciosa hija ante las tinieblas o el de los abuelos que perdieron a su hija embarazada y nunca conocieron a su nieto nonato. Trato de imaginar la imagen de toda una congregación abatida — herida o asesinada. Es demasiado horrible. Pienso en el dolor que toda la congregación experimentará durante años, inclusive décadas, como resultado de este día.
Pero no nos dolemos como esos que no tienen esperanza. Nuestro dolor no es sin consuelo, o sin fin. Esos hermanos y hermanas se habían reunido el primer día de la semana porque nuestro Salvador resucitó, victorioso sobre la muerte.
El apóstol Pablo llama a la muerte “el aguijón del pecado.” Pecado es otra palabra para tinieblas, el origen de las tinieblas. Aun así, las tinieblas no han podido extinguir la vida que es la luz de los hombres. Los creyentes asesinados el 5 de noviembre estaban en la iglesia porque estaban expresando la esperanza celestial de que la muerte es derrotada por la resurrección. Jesús es la prueba y el primer fruto de esos que se levantarán después de él.
Eso somos ustedes y yo, porque nosotros moriremos. Esta iglesia ha entonado cantos que hablan de su esperanza en Jesús y ha oído sermones sobre su esperanza en la vida eterna en Cristo. Ellos están unidos a mí y a ustedes porque creemos lo que ellos creen, celebramos lo que ellos celebran, y buscamos consuelo y alivio en un mismo Dios cuando las tinieblas nos rodean. Nos dolemos, pero solamente durante un tiempo.
No refuto el trabajo de aquellos que tratan de mantenernos seguros. Los planes de acción y los protocolos ayudan a refrenar las tinieblas de maneras limitadas. Pablo llama a aquellos que sirven a nuestras comunidades en estos días siervos de Dios para siempre. Es un trabajo importante y un gran beneficio para el pueblo de Dios.
Pero estos magistrados son siervos de la luz, sea que lo sepan o no; ellos no son esa luz. Las respuestas humanas, políticas tienen la misma fecha de expiración de este mundo — más cerca cada vez. Aquellos que buscan en las leyes o la psicología o inclusive en los socorristas respuestas a las tinieblas no están buscando en la fuente de la verdadera esperanza.
Miles lamentan la pérdida de Sutherland Springs, y de Las Vegas, y New York, y Niza, y Londres — un lamento que se ha extendido miles de años. Y muchos tratarán de responder de maneras que provean verdadero consuelo y sanidad a aquellos que están más personalmente afectados.
Implícita, y muy explícita, en nuestro consuelo, sin embargo, está aquella promesa que Jesús ha ido a preparar un lugar para nosotros de manera que dónde él esté, nosotros también estemos. Es un lugar donde no hay tinieblas, no hay lamento, no hay pecado. Ven pronto, Señor Jesús.