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Planta de procesamiento de carnes, oleada de nuevos residentes con diversos origenes culturales y étnicos, cambian a First Baptist


LIBERAL, Kan. (BP) — Primero en inglés y después en español. La transición fluye mientras la congregación fácilmente va de un idioma al otro.

“The precious blood of Jesus Christ; ven ante su trono, el Padre te recibirá.”

El líder de adoración, Jonathan Zamora, cierra sus ojos, deleitándose en las culturas diversas que juntas alaban a Dios. Cuando echa un vistazo puede ver no menos de 10 países y cuatro idiomas representados entre los 150 asistentes. Algunos tienen puestos unos audífonos donde pueden escuchar la traducción simultánea, provista por un traductor en una cabina de sonido cercana. Otros se acercan a su amigo para susurrarle la traducción al oído.

En First Baptist Church en Liberal, Kan., el idioma y la cultura no son barreras para la alabanza. Zamora y el pastor Jason Ramsey dicen que nadie titubea. Simplemente, su iglesia refleja la comunidad a su alrededor.

Ubicada a unas cuadras del centro de la ciudad, la iglesia se encuentra en la orilla de la “Pequeña Somalia” donde vive una creciente comunidad somalí. Un poco más adelante viven los eritreos y los etíopes. A unas cuadras, los vietnamitas viven junto a la mayor comunidad étnica, la latina, en un poblado de 20,000 personas.

Pero la iglesia no siempre fue así. En una época, First Baptist fue conocida como la “iglesia para blancos de la clase alta.” Pero hace unos años, estaba a punto de cerrar sus puertas.

“Los miembros de la iglesia estaban tan ancianos que solamente estaban falleciendo,” recuerda Ramsey. “Miramos a nuestro alrededor y decidimos que no podíamos ser la iglesia que fuimos ayer …. Nuestro pueblo cambió.”

Vuelco cultural

En los últimos 30 años, los hispanos inundaron esta comunidad al suroeste de Kansas para trabajar en National Beef, una planta procesadora de carnes localizada en la orilla del pueblo. Se unieron a los vietnamitas en la pesada, ardua labor de la matanza y carnicería de ganado proveniente de los ranchos y de las unidades de engorda cercanos. Recientemente, los inmigrantes de varios países africanos se unieron a esta mezcla.

Las taquerías y las carnicerías abrieron sus puertas en los locales de los centros comerciales que ya habían muerto. Ahora la escuela preparatoria local tiene en su mayoría estudiantes hispanos. Un México-Americano de segunda generación ganó un lugar en la comisión del ayuntamiento de la ciudad, que anteriormente sólo tenía oficiales de raza blanca.

Dennis Zamora, el padre de Jonathan, se mudó a Liberal hace 25 años como parte de la oleada de hispanos. Él fue testigo de la duplicación de la población hispana, comparada con el crecimiento de los blancos y los afroamericanos juntos. Aun así, su iglesia no cambiaba. La congregación hispanohablante se reunía los sábados por la noche y rara vez tenía algo que ver con la congregación angloparlante.

“Cuando vine aquí, no había líderes hispanos en la iglesia,” dijo Zamora, un servidor laico en First Baptist. “No podíamos participar y servir. Solamente nos sentábamos en las orillas y observábamos.”

El grupo hispano crecía a un ritmo estable en ese entonces — no sólo en número si no en salud espiritual. Oraban por un cambio, un cambio tan grande que pudiera poner en shock a los líderes de la iglesia.

“Recuerdo que compartí una visión con el grupo hispano sobre el comienzo de una iglesia misión [hispana],” dijo Ramsey. “Entonces, regresaron con una pregunta: ‘¿Por qué nos quieres separar?’

“Mi mente no lo podía creer; siendo honesto, hirieron mis sentimientos,” admitió el pastor. “Les ofrecimos ayuda y la rechazaron.”

Pero una vez que superó el shock, Ramsey dice que esa pregunta siguió dando vueltas en su cabeza: “¿Por qué estamos separando a todo el mundo?”

“Simplemente estábamos haciendo lo que siempre se nos enseñó,” dijo en referencia a su idea. “Si tenemos suficientes personas en un grupo que hable otro idioma, entonces se comienza una iglesia misión.”

“Siempre le decimos a la gente que mire [el ejemplo de] la iglesia” pero no es así en este caso, dijo Ramsey. “Cuando la gente mira a la iglesia, lo que ve es la segregación — iglesias afroamericanas, iglesias para raza blanca, iglesias hispanohablantes.

“La iglesia tiene que reevaluar cómo lograr la integración,” dijo el pastor. “Ya es hora de que evaluamos la manera en que hacemos las cosas de la iglesia.”

Intencionalmente

El primer paso para First Baptist Church fue dejar de usar etiquetas culturales. Ya no habrá “servicios en español y servicios en inglés,” todos se reunirán juntos al mismo tiempo. Aunque las clases de la escuela dominical y los grupos pequeños se reúnen de acuerdo con su idioma (español, inglés, eritreo), en ellos se les da la bienvenida a todos ya que en cada grupo se estudia algo diferente. Siempre hay alguien en el grupo que está dispuesto a ser el traductor.

La mayor transición, sin embargo, se enfrentó en el liderazgo de la iglesia. Zamora señala a su hijo Jonathan con orgullo. El líder de adoración fue el primer latino en el personal de la iglesia que no llevaba el título de “pastor de la misión en español.” Poco tiempo después la iglesia contrató a otro hispano de segunda generación como su pastor para jóvenes. Los diáconos de la iglesia, sus ujieres, maestros y miembros de los comités ahora están representados con equidad, reflejando la composición étnica de la congregación, y saber inglés no es un requisito para participar.

“Este tipo de iglesia no es para todos,” admite Zamora. “En este pueblo, es fácil encontrar una iglesia que es 100 por ciento en español o 100 por ciento de raza blanca. Nosotros estamos alcanzando a los hispanos de la segunda generación y sus padres vienen con ellos.”

Zamora explica que la primera generación de inmigrantes ven que sus hijos y nietos se van de la iglesia debido a las diferencias de idioma. La segunda y tercera generaciones están acostumbradas al inglés porque es el idioma usado en las escuelas. Por lo tanto, muchas iglesias que usan un solo idioma luchan para retener a las nuevas generaciones que se van a otras iglesias o dejar de asistir por completo.

“Es difícil, porque la cultura de la primera generación quisiera mantener a la familia unida,” dijo Zamora. Tres generaciones de su propia familia asisten a First Baptist. “Por lo tanto, nuestra iglesia es una oportunidad para seguir siendo una unidad y adorar a Dios como una familia y también escuchar tu propio idioma.”
Esta mezcla de culturas e idiomas se ve mejor en los departamentos de niños y jóvenes. Los niños de África, Sudamérica, Centroamérica, el Caribe y los Estados Unidos se saludan con abrazos. A nadie le importa si todos hablan el primer idioma que se les viene a la mente.

En el salón para jóvenes, los adolescentes cambian entre idiomas sin esfuerzo alguno. Si el inglés tiene la mejor palabra para describir algo, se usa en inglés y viceversa.

Zamora apunta a un grupo de adultos que conversa después del servicio. Son de Eritrea, México y los EEUU. Les señala de acuerdo con su país, con una sonrisa en la cara.

“Cuando Dios nos dio la visión de integrarnos, no teníamos idea que lo haría a lo grande,” dice Zamora. “Ahora puedes ver que todos se mezclan. Te hace sentir parte de la iglesia.

“Ya no están ‘observando desde la orilla’ — estás adorando y sirviendo activamente.”

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  • Por Sue Sprenkle