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EDITORIAL: Solo el que ora con la iglesia cree; los demas, pretenden


FORT WORTH, Texas (BP) — El ejemplo de Bonhoeffer como creyente comprometido es indiscutible. Sin embargo, la mayoría de veces esto sólo se nota a causa de su oposición al nazismo y su consecuente asesinato. Lo que muy pocas veces se hace ver es que su vida de compromiso era el resultado de su vida de oración. Sus compañeros en los centros de concentración nazi testifican no sólo de la forma en que Bonhoeffer acostumbraba a motivarlos y ayudarlos en sus momentos de desesperación. También hablan sobre su incesante y sentida oración. Por eso creo que debió ser muy difícil para los llamados teólogos de la muerte de Dios probar que seguían a Bonhoeffer en eso de no creer en un Dios personal. Bonhoeffer creía en un Dios al que se le podía y debía orar, inclusive, y mucho más, cuando la vida del individuo y el mundo entero estaba en riesgo. Sólo ora el que cree.

Otro elemento olvidado sobre Bonhoeffer es que uno de sus aportes más importantes a la teología ha sido su tesis doctoral sobre la iglesia, el “Sanctorum Communio.” En este escrito conecta íntimamente toda la existencia cristiana con la iglesia. La oración no es la excepción. Siempre se debe orar con la iglesia. De hecho, solo ora de verdad el que ora con la iglesia. Los que oran individualmente muchas veces no oran de verdad, si no que frecuentemente sólo hablan consigo mismos pues oran egoístamente, algo que es opuesto a la esencia de la oración cristiana. ¿De dónde saca esta idea Bonhoeffer? Simplemente, de la Escritura.

Orar individualmente no es sinónimo de orar personalmente. Muchos creyentes, sin embargo oran individualmente porque sólo oran personalmente, y no les interesa o menosprecian la oración eclesial. Se ora “individualistamente” cuando sólo se ora por los asuntos personales, y muy superficialmente por el bien de otros, por el avance de la iglesia o por los asuntos de Dios. Cuando no se ora por las necesidades del cuerpo de Cristo, y la voluntad del Señor se está orando egoístamente. No se está orando con la iglesia.

Esta naturaleza social de la oración cristiana parece haber caído en total olvido en la iglesia evangélica de hoy. El hecho de que la oración en la revelación bíblica sea primordialmente comunitaria pasa desapercibida. La opción de orar individualmente y a escondidas promueve la idea de que la fe es cuestión del individuo solo. Fácilmente se traen a cuento la necesidad de cerrar la puerta para orar en secreto, como sí lo secreto e individual fueran lo que el Señor Jesús tratará de enseñar y motivar única o principalmente. En el sermón del monte, el Señor Jesús esta contrarrestando el abuso que del culto público los religiosos estaban haciendo. Aquellos ocupaban la reunión pública para jactarse de su espiritualidad. El Señor instruye a sus discípulos a no hacer este tipo de performance, y a basar su espiritualidad en una sincera y genuina relación personal con Dios. Lejos habría estado el Señor de enseñar que lo mejor es no orar con el pueblo de Dios, si no orar siempre en soledad. Daniel oraba también en su cuarto, pero lo hacía con las ventanas abiertas. Oraba, sin embargo, principalmente por el futuro de Jerusalén, del pueblo de Dios. Oraba con la iglesia. Esta práctica se acomienda.

El llamado a orar por Jerusalén, hacia Jerusalén, y en el templo, el lugar de reunión escogido por Dios para que se ore, hablan de la oración como ejercicio comunitario principalmente. “Mi casa será llamada casa de oración”: Lo que define a la iglesia es la oración, y la oración se define en la iglesia. La oración comunitaria es central en la adoración, no un accesorio. En la historia de Israel querer adorar y orar a Dios en otro lugar que no sea este es denunciado como idolátrico. Si después se tendrá que orar en soledad será por el exilio y la diáspora en la que Israel ha caído por la destrucción del templo. En el contexto de los salmos graduales-salmos orados y cantados en caravanas de judíos en su viaje al templo de Jerusalén, los hermanos “morando en armonía” son los que han llegado al templo a orar y los que reciben una bendición especial que no se obtiene individualmente. Daniel pone a orar a todos sus compañeros para que Dios bendiga al pueblo frente al imperio. Mardoqueo y Ester hacen lo mismo.

En el Nuevo Testamento, el Señor les enseña a orar a sus discípulos, y lo primero que les enseña es a orar juntos. ¿De qué otra forma se puede interpretar que la oración modelo sea una que comience con “Padre nuestro”? Siempre oren así: “nuestro” Padre, que supone la reunión de hermanos. Todos los plurales que siguen sólo confirman esto. Es en el contexto de dos o más de los hermanos que la presencia de Jesús se realiza de una manera especial. Allí les escucha y allí les concede. Aunque algunos puedan abusar este lugar público, es en el templo donde se ora confesando la indignidad del ser humano de llegar al Dios misericordioso, y es allí donde es justificado. Jesús ora personalmente, pero su deseo es el ser acompañado por lo menos por sus más cercanos discípulos. Los lleva a orar al monte de la transfiguración, allí los oye, y allí se les revela. Les ordena velar y orar con él en el Getsemani, con mucha insistencia — como si él mismo lo necesitara — y se frustra cuando sus hermanos no lo hacen. Jesús ora personalmente en Getsemani, pero no lo hace individualistamente. En medio de la agonía que espera la cruz, Jesús intercede por sus discípulos y todos los que creerían en él por la palabra de ellos. Inclusive aquí su oración tiene en mente a todos los creyentes de la iglesia. Nos sorprende el ejemplo del Maestro. ¿Cómo puede ser que en el momento de más necesidad personal, él ore por los otros? Estos otros están con él al orar. El ora por y con la iglesia. En la cruz Jesús ora, y no pocos creen que al orar el salmo 22, Jesús está representando a la iglesia en su totalidad.

Los hermanos se juntan para orar después de la muerte, Jesús les ha mandado que juntos esperen el Espíritu, y es cuando están juntos que el Señor les da instrucciones para el futuro. Juntos están orando cuando reciben el Espíritu. Juntos oran por poder para testificar, y lo reciben. Juntos oran para que Dios libere a Pedro, y lo libra. Varias veces llegan al templo a orar con otros. Pablo mismo lleva a Timoteo a orar al templo. Lo que Pablo enseña sobre la oración debe mencionarse también. En Filipenses les dice a los hermanos que los lleva a todos en sus oraciones, y no sólo como pidiendo por ellos, si no también como aquellos que lo apoyan siempre, haciendo lo mismo por el evangelio. Todos ellos “son participantes” de aquella gracia (1:1-11). La oración comunitaria es central también en una carta tan eclesiológica como la escrita a los Efesios. El apóstol diseña aquí la naturaleza del gran templo de Dios que crece mientras todos los miembros hacen su parte. No tengo espacio aquí para mostrarlo en detalle, pero la carta se sostiene por una columna vertebral de oración comunitaria. La gran oración del capítulo 1 que es una oración por todos, le sigue una sección doctrinal que vuelve a ser sellada por otra oración en comunidad. Al final de la carta Pablo pareciera “sellar” la armadura de todo creyente con una oración mutua, una oración con la iglesia. El mismo pide oración de sus hermanos como iglesia. En todo esto, no cabe la menor duda que la esencia de la oración es eclesial. La iglesia es el contexto, el ethos, la motivación y el contenido de nuestros ruegos a Dios. La iglesia no es uno de los muchos otros elementos a considerar cuando oramos. Ella es más bien la acompañante perenne y el contenido principal de nuestras súplicas.

Finalmente, las oraciones de los creyentes son descritas en Apocalipsis como el incienso que se le eleva a Dios para que traiga a conclusión el gran drama de la historia de salvación. Note que las almas oran juntas y a unísono. En el último capítulo del libro la iglesia vuelve a ser llamada “esposa,” y se dice que ella debe orar — ahora fíjese en el singular — por el retorno de Jesús. La iglesia en unidad debe pedir por el retorno de su esposo. No hay espacio aquí para otro tipo de petición individual. La última voz de la iglesia en el Nuevo Testamento es una oración junta, unificada.

Este brevísimo panorama bíblico debería ser suficiente para darnos cuenta de que en la Escritura la oración es principalmente un asunto de la congregación. ¿Significa esto que no deberíamos orar a solas? No, no significa eso. La oración es personal también. Pero debe insistirse en este orden. La oración es primero que nada súplica unificada, colectiva; es cosa del pueblo de Dios, no de anacoretas. Significa, por lo mismo, que no deberíamos estar satisfechos con orar a solas. Si de verdad oras a solas, deberías también anhelar orar en comunidad.

No hacerlo es no haber entendido. Es sólo pretender que oras como creyente. Es seguir siendo egoísta, individualista. Es creer que tú y tu vigor espiritual son la respuesta. Es creer que Dios no te dijo la verdad cuando te ordenó que al menos dos deben ponerse de acuerdo para orar efectivamente. Orar sólo a solas cuando puedes hacerlo en congregación puede ser evidencia de la mayor arrogancia. Sí, de aquella arrogancia que no necesita de nadie más, apenas de Dios.

Orar sin la comunidad es no mostrar la humildad de que otro hermano de la iglesia, quien quiera que fuese, ore por mi, interceda por mí. Orar de verdad con la iglesia es muestra de humildad. Es sentirme y mostrarme necesitado. Es testificar públicamente de mi dependencia del Señor. Es abrirme a la realidad de mi incapacidad de ser creyente en el vacío. Orar en comunidad es ofrecerme a Dios para ser usado al confortar a otro, al interceder por otro, y quizá a exhortar a otro. Es en este sentido, una práctica que me asemeja a Cristo, el Señor, quien públicamente se asocia con los que reconocen su necesidad de auxilio divino. Que algún hermano falso o carnal pueda aprovecharse para alardear de su oración pública, no debería excusarnos para no juntarnos para rogar a Dios.

Deberíamos hacer conscientes a nuestras iglesias de la responsabilidad de reunirse para orar. Debemos darnos cuenta de que mientras nuestros servicios de oración están vacíos, los de alabanza y las conferencias de autoayuda retumban. Mientras la gente busca ayuda en el romanticismo místico de la música y en las directrices sicológicas del conferencista, la oración comunitaria sigue en el abandono. Si existe una razón por la que nuestras iglesias están en bancarrota espiritual–aunque se saturen cuando hay conciertos musicales, o cuando hay campamentos o conferencias de autoayuda, es por haber traicionado, ya sea por vía del descuido práctico o por total aversión, esta enseñanza del Señor. Solo el que cree ora. Solo el que ora con la iglesia cree. Los otros, pretenden.

Padre nuestro, perdónanos, danos, líbranos…

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  • Gerardo A. Alfaro