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EDITORIAL: ¡NO al Monstruo


FORT WORTH, Texas (BP) — Michael Lee no es el único que ha dicho que el arzobispo católico Arnulfo Romero congeniaba y apoyaba a la teología de la liberación. Muchos de nosotros también que no sólo hemos leído un poquito de la teología de la liberación, sino también de los mensajes de Romero, y que vivimos en El Salvador durante todo el tiempo de la guerra, lo hemos afirmado.

La teología de la liberación de Romero no fue y no es un modelo a imitar por los creyentes evangélicos. La razón principal, además de muchas otras diferencias doctrinales, tiene que ver con el trabajo con el que la teología de la liberación alimentó a la guerra. La guerra es ese horrible monstruo que pisa y patea fuerte a la ingenuidad de la gente, en palabras de Mercedes Sosa (“Solo le Pido a Dios”).

Muchos de nosotros que miramos cómo tantos alimentaron de una y de otra forma a ese monstruo, y que sufrimos la perdida de familiares y amigos, nos damos cuenta cuán fácil es ser instrumento en sus manos. Jesús murió por no dejarse usar por la violencia, otros mueren porque no pudieron separarse de ella y caen así también como sus víctimas. Quizá en el momento algunos pensaron que no había otra salida a la opresión social que sufrían que ” redimir” la violencia revolucionaria — como Jon Sobrino lo llamará — pero muchos, ayer y hoy pensamos que ese no era el camino, que había otras formas más cristianas de confrontar al monstruo. Otros países lo habrían hecho y por qué no deberíamos hacerlo nosotros que llevamos el nombre de Jesús, el Salvador. Por eso nos unimos a todos aquellos evangélicos que se mantuvieron fieles, inclusive en su profunda pobreza–para ocupar las palabras del apóstol Pablo — al mensaje de Jesús — que no cedieron ni a la historia de la guerrilla, ni a la historia del ejército — y que por eso sufrieron el embate de aquellos que favorecían a uno o al otro. Fue durante este tiempo en el que la iglesia evangélica creció más en El Salvador, pues como dijo el famoso sociólogo David Martin — y otros –: mientras la teología de la liberación quería acercarse a los pobres, los pobres se acercaron a los evangélicos.

Si vamos a seguir de cerca lo que Dios nos dice en su palabra, los verdaderos santos son aquellos que no se rindieron ante la seducción de la violencia, la confrontación y la manipulación de las masas. No usaron de las armas ni justificaron su uso. Si usaron la palabra, la usaron no simplemente para denunciar la maldad humana, sino para proveer la manera de apropiar la verdadera liberación, la imitación de Jesús.

Y es en esto último en lo que los evangélicos en general no están de acuerdo al decir que Romero sea alguien al que vale la pena imitar. Quieren seguir a Jesús, a quien lo mataron no porque defendió a los pobres, sino porque no quizo defenderlos como muchos querían que lo hiciera. No quizo alinearse ni con los grupos revolucionarios de su tiempo, ni con los que se acomodaron al poder político.

¡Cuánto odio hay para aquellos que hacen esto! Cuán lejos está la iglesia evangélica de hoy de aquellos santos. Mucho de la iglesia evangélica hoy se ha unido a la teología de la prosperidad y otros a la teología de la liberación. A algunos se les ha olvidado, otros nunca conocieron al monstruo, y por eso quieren que nos unamos a su falta de memoria. Los santos son aquellos que siempre han creído que existe una respuesta al problema del individuo y la sociedad humana que no es el de la teología de la liberación o la de la teología prosperidad, esa es la respuesta de Jesús. Aquellos que siguen esta esperanza no serán coronados por el pueblo salvadoreño como santos — o beatos — … en la fidelidad de Dios, serán coronados por el Juez Justo (2 Timoteo 4).

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  • Por Gerardo A. Alfaro