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EDITORIAL: El Valor De La Resurreccion De Cristo Hoy


EL CAJON, Calif. (BP) — Aprovecho esta oportunidad para que hagamos una pausa en nuestras ocupadas vidas y meditemos en el valor que tiene la resurrección de nuestro gran Señor y único Salvador Jesucristo después de Su muerte en la cruz.

Para mayor aprovechamiento le sugiero a usted mi amado lector que lea cuidadosamente las referencias bíblicas incluidas a la vez que lee este artículo, ya que, como sabemos, es la Palabra de Dios la que nos hace crecer en nuestra fe como creyentes (Ro. 10:17).
Bien, enfoquémonos entonces en tres aspectos de la resurrección de Cristo: primero, veremos la resurrección de Cristo con relación a algunas promesas de Dios para nosotros como creyentes; segundo, analizaremos el valor de la resurrección de Cristo y la dirección que da a nuestro vivir; y por último, meditaremos acerca de la resurrección de Cristo y el valor que nos da para predicar el evangelio en el día de hoy.

Hablemos primeramente de la resurrección de Cristo con relación a las promesas de Dios para el creyente. La Palabra de Dios hace énfasis en que el mensaje del evangelio debe incluir que “Cristo… resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3, 4). Tan es así que para que una persona sea salva debe creer en su corazón que Dios levantó a Cristo de los muertos (Ro. 10:9). Cada verdadero cristiano ha creído esta verdad en su mente y en su corazón: ¡Cristo vive! Lo cual luego se convierte en: ¡Cristo vive en mi! El apóstol Pablo declara esto en Efesios 3:17 al decir: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones.”

Aún más, la Biblia compara el nuevo nacimiento del creyente a una resurrección espiritual: “Si pues habéis resucitado con Cristo” (Ef. 2:1; Col. 3:10). A través de la resurrección de Cristo Dios nos garantiza hoy múltiples beneficios espirituales, tales como: no estar más en nuestros pecados, porque Dios los depositó en Cristo (1 Co. 15:17; Ro. 5:8; Is. 53:6); el tener seguridad de salvación y vida eterna después de la muerte (Jn. 5:24; 11:25; 17:3; Ro. 5:10; 1 Co. 15:18); y en la Segunda Venida de Cristo ser resucitados físicamente en incorrupción y transformados (1 Co. 15:51-52).

Veamos en segundo lugar que la resurrección de Cristo le da dirección y sentido a nuestro vivir. El hecho que Cristo fue resucitado de la muerte a través de la supereminente grandeza del poder del Padre (Ef. 1:19, 20), o sea, que hay vida después de esta vida, nos libera del tirano yugo del existencialismo. La filosofía existencialista tan prevalente hoy en una sociedad controlada por el consumismo y el materialismo es derrotada al ser Cristo vencedor. Su Espíritu Santo nos capacita para creer en la vida futura, y anhelar estar en Su presencia, quitando así el énfasis excesivo y negativo en el aquí y ahora. Con respecto a esto el apóstol Pablo nos amonesta diciendo: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col. 3:1–2).

Gracias a la fe que Dios da a través de Sus promesas los verdaderos creyentes viviremos no solo para el presente, sino también para el día futuro en que, como parte de la esposa de Cristo que es la iglesia, estaremos participando de la Cena de las Bodas del Cordero (Ap. 19:8). Así que, el creer que hay vida y vida eterna en Cristo nos da una nueva perspectiva para enfrentar los retos que esta tiene (Jn. 5:25–29). Esa experiencia es tan real que hay un antes y un después del creer, como le sucedió al apóstol Juan (ver Juan 20:5 y v.8). El creer puede hacer que nos “arda el corazón” como les aconteció a los discípulos que iban en camino a la aldea de Emaús (Lc. 24:32) y nos ayuda a ver el mundo espiritual que nos rodea más claramente.

Por último, veamos que la resurrección de Cristo nos da el valor que necesitamos para predicar el Evangelio en el día de hoy. Los Evangelios enseñan claramente que antes de la resurrección de Cristo la vida de los discípulos se caracterizó por el temor y la duda, especialmente durante el arresto, castigo y crucifixión del Señor Jesús (Mt. 26:56; Mr. 14:50; Lc. 23:49; Jn. 19:38). Sin embargo, la transformación que ellos experimentaron al comprobar con sus propios ojos la resurrección de Jesucristo ¡fue realmente radical! Lo que leemos en los Evangelios acerca de los discípulos después de la resurrección es que el valor reemplazó al temor, la certidumbre a la duda y la fe a la incredulidad (Mt. 28:17; Lc. 24:8; 33; Jn. 20:25–29). Inmediatamente después de la ascensión de Cristo a los cielos y como resultado de verle resucitado, vemos a los discípulos tomar una actitud decidida a actuar como diciendo:

¡Muy bien Señor, pondremos manos a Tu obra! (Hch. 1:12 y siguientes). En nuestros días, debido a las condiciones adversas que existen para predicar el evangelio en algunos lugares, los cristianos podemos obtener el valor que necesitamos para obedecer a Cristo al hacer nuestra la realidad gloriosa de Su promesa de nuestra resurrección: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Jn. 14:19b). Es como si hoy mismo Él estuviera diciendo esas palabras por primera vez a cualquiera de nosotros: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque este muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25) Por ello, hoy más que nunca el hecho real de la resurrección, nos dará como discípulo de Cristo el gozo en el servicio del Señor.

Nos dará la confianza para obedecer y para someternos a la voluntad de nuestro Señor. Como seguidores de Cristo tengamos la meta para nuestra vida de “estar firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:58). Cristo nos dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, ID, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:18-19; Mt. 24:14; Mt. 28:20). Por tanto, iremos a predicar el evangelio en el poder del Espíritu Santo a donde el Señor indique (Hch. 1:8). Iremos a hacer discípulos porque Cristo nos manda, porque Él está con nosotros hasta el fin del mundo y porque nuestro Señor ¡viene pronto!

Mi apreciado Hermano en Cristo que lees, que esta ocasión de la celebración de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo cobre un especial significado para ti al valorar Sus promesas, al orientar correctamente tu vida, y al testificar de Cristo con valor, ¡Porque él vive!

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  • Por Rafael Gutierrez