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EDITORIAL: ¿Distinguir entre falsos predicadores y genuinos?


NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a
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FORT WORTH, Texas (BP) — Nuestra época se parece mucho a la época de los jueces en el Antiguo Testamento no sólo en que cada quién hace lo que le da la gana. Más tristemente se parece en que en aquellos tiempos como ahora, “la palabra del Señor escaseaba” ( 1 Samuel 3:1). Sucedía esto no por falta de religiosidad. De esta había bastante. Seguramente recuerdan los famosos “lugares altos” tan típicos en los montes de Canaan. Las religiones paganas de los vecinos de Israel creían que la prosperidad les vendría por hacer ciertos ritos, entre los cuales se encontraba el “sexo sagrado,” prostitución religiosa. Los sacerdotes paganos se encargaban de tener relaciones sexuales con mujeres y hombres que llegaban a adorar a Baal. Muy probablemente, los hijos de Elí estaban importando estas prácticas abominables a el tabernáculo de Jehová. Y ustedes recuerdan el horrible fin de aquellos predicadores desobedientes. Importar paganismo a la casa de Dios puede tener consecuencias inesperadas y funestas.

Pero eso no es lo que más me gustaría subrayar aquí. Una de las más sorprendentes debilidades del pueblo de Israel a través de su historia fue su incapacidad de reconocer a los genuinos comunicadores de la palabra de Dios. Uno recuerda las amonestaciones de Moisés en Deuteronomio de que supieran identificar a un verdadero vocero de Dios. Siempre el criterio último para discernir fue cómo se usa la palabra revelada y públicamente autenticada de Dios. Ni siquiera hacer algún portento milagroso para confirmar su palabra, serviría para comprobar la autenticidad de aquel profeta si sus palabras violaban o no se conformaban al Libro Santo (Dt. 13:2-4; 18:15-22). Tales instrucciones resultarían sumamente útiles para una historia como la de Israel. Toda ella está plagada por controversias entre aquellos que pretendían ser enviados de Dios y los genuinos voceros de Jehová. Generalmente, estos últimos estuvieron la mayor parte de esa historia en la minoría. ¿Quién no recuerda a Elías? Aun cuando sus cálculos no eran los correctos acerca del número de fieles, sí tenía razón en que eran minoría, comparados con la abundancia de profetas y ministro de Baal. ¿Y a Isaías y Jeremías, quién lo recuerda? ¿En medio de tanto profeta que hablaba de bendiciones y prosperidad, mientras aquellos hablaban de volver a Jehová y arrepentirse? En fin los ejemplos son abundantes. Tristemente el pueblo de Israel puso mayor atención a los falsos profetas, hasta el punto de que en ciertos momentos el Libro Santo se perdió y ni siquiera lo podían reconocer (2 Reyes 22). ¡Fue dentro del mismo templo que el libro de la ley se había perdido! ¡Habían sido capaces de seguir adorando a Dios sin su dirección! Eso los condujo finalmente al terrible juicio divino del exilio.

¿Pero qué causa que la gente no pueda reconocer la palabra de Dios? Les ofrezco aquí sólo algunas razones.

1. No importa la denominacion

Me parece obvio contestar para comenzar que no es fácil distinguirlos a veces porque los falsos predicadores no respetan límites denominacionales. Es cierto que existe cierta aversión entre líderes y predicadores de ciertas denominaciones, especialmente entre pentecostales e iglesias bíblicas o históricas. También parece cierto decir, desde mi perspectiva, que algunos movimientos parecen más alejados de la palabra de Dios que otros. Pero ser de una denominación o de otra no te asegura ortodoxia. Hay muchos falsos predicadores que sólo por tener una afiliación cristiana reconocida se miran protegidos y excusados para enseñar una serie de frivolidades y sandeces, que bien merecen el juicio divino.

2. Las Mayorias no son creyentes

El Señor Jesús nos aseguró que sus ovejas son las que escuchan su vos y lo siguen. Además, dijo que no le pondrían atención a aquel que no es el verdadero Pastor. Ulrich Zwinglio, el famoso reformador suizo, en su Comentario sobre la Verdadera y Falsa Religión, decía que hacerle caso a aquellos que nos presentan en sus predicaciones otra cosa que no sea la Palabra de Dios era puro adulterio espiritual. La esposa debe oír sólo al Esposo, sólo la Escritura correctamente explicada merece nuestra atención, cualquier otra cosa es infidelidad al Señor.

Muchas personas no pueden diferenciar entre el error y la verdad porque no pertenecen a las ovejas de Jesús. Simplemente no son fieles a él, y no les importa serlo. Lo único que importa es tener una experiencia religiosa. Así pues son muy parecidos a todos aquellos israelitas que una vez dentro del grupo que salía de Egipto, se pusieron a bailar y a cantar en gran alegría y frenesí, supuestamente cantándole a Jehová, pero al rededor del becerro de oro. Así hay muchos hoy, miles, para quienes la verdad de lo que están haciendo no es importante. Usan palabras bíblicas pero cargadas de otros significados. Se les oye nombrar a Jesús, al evangelio, al Espíritu Santo. Pero todos estos sólo son disfraces de su becerro de oro. Adoran otra cosa. “Bailan” con cualquier cosa que el líder les indica. Se atreven a decir que es el nombre de Jehová o Jesús, pero lo que hacen es rendirse al becerro de oro. La única razón que encuentra sentido aquí es que se trataba de no creyentes que no les importaba la identidad de Dios y sus demandas. En efecto, Dios mismo los identifica como aquellos que no le agradaron y a quienes tuvo que matar (1 Cor. 10:5). No eran creyentes, no podían diferenciar entre el becerro y Dios.

3. Nulo conocimiento de la palabra

También debe reconocerse que cuando Moisés bajó del monte hubo algunos que se le unieron en contra del becerro. ¿Qué les había pasado, entonces? Aunque eran creyentes genuinos su conocimiento no era suficiente. Debe recordarse también que el mismo Señor Jesús predijo que el anticristo–el que toma el lugar de Jesús–confundirá a muchos de los “elegidos.” Yo creo que existen muchos confundidos porque su conocimiento de la Escritura nunca pasó de lo superficial y básico. Aunque pasaron mucho tiempo en sus iglesias se conformaron siempre con las exhortaciones prácticas, que aunque no eran malas, no les proveyeron el conocimiento y discernimiento espiritual necesario para evaluar cuándo alguien está mal usando la Escritura. La Escritura fue un libro de ética solamente, y mientras lo que se dijese no contradijera crasamente la ética aprendida, no había problema. Con este tipo de conocimiento de la Escritura, no fue difícil que un orador “carismático,” lleno de vitalidad y “don de gentes” los alejara poco a poco de lo que antes habían dicho creer…

Esta es una exhortación para que nuestros predicadores prediquen la doctrina del texto bíblico. Según el Nuevo Testamento la práctica creyente tiene tanto valor como la teoría doctrinal. La primera no dura mucho si esta última se debilita. En efecto, el apóstol Pablo les dice a sus discípulos Timoteo y Tito que no deberíamos separarlas. Un predicador que solo predica lo “esencial” es un predicador desobediente que atenta contra la salud del pueblo de Dios. Nuestra tarea es la de enseñar con toda la profundidad necesaria, y con toda seriedad posible, TODO el consejo de Dios, todo lo que Jesús enseño. No hacer esto, produce cristianos incapaces de diferenciar la verdad de el error.

4. Mi Emotividad personal solamente

Unido a lo anterior está la moda espiritual de concentrarse sólo en lo que me hace sentir bien espiritualmente. La buena predicación es aquella que logra eso, y nada más. Los predicadores aprenden rápidamente: “si esto es lo que quieren, esto les voy dar.” Y así, la predicación es un ejercicio de catarsis espiritual y emocional. No me mal entienda por favor. La predicación bíblica emociona con frecuencia. Pero también entristece (2 Cor. 7:8ss), corrige, informa, educa, enseña, etc. Y lo hace especialmente sobre los planes de Dios en la historia pasada, presente y futura. Debemos conocer y dar a conocer la historia de salvación tal como aparece en la Escritura, y no como un símbolo existencial, fallo frecuente en los púlpitos evangélicos. No podemos decir que conocemos a Dios si no conocemos su historia con su pueblo. Lo objetivo de la revelación escrita debe tener prioridad sobre nuestra apropiación subjetiva de ella. Existen tantos temas doctrinales que entran aquí que ni siquiera puedo empezar a enumerarlos. Pero, si nos apegamos a la verdad, son temas que se han quedado en el olvido. Algunos porque los pastores y predicadores nunca dedicaron tiempo para instruirse formal o informalmente en ellos, y por eso no los puede anunciar. Sólo desde esa objetividad puede verse, por ejemplo, que vivimos en “los días últimos” que anteceden la segunda venida del Señor. Y que estos días estarán llenos de peligros, uno de los más importantes es la proliferación de doctrinas demoniacas (2 Tim 3), audiencias que no tolerarán la doctrina de los apóstoles nuevo testamentarios, y predicadores que llenarán las iglesias con mitos creados por ellos mismo para satisfacer a la gente. También, desde allí podrá verse la necesidad de tomar en serio la responsabilidad no sólo de predicar la Palabra. Si no de estudiar cómo hacerlo. Nunca en la historia ha sido más importante que hoy el estudiar la hermenéutica del texto bíblico. Jesús nos juzgará a todos por esto (2 Tim 4).

5. La tirania de “lo practico” y la felicidad, antes que la obediencia

Alguien ha dicho que los creyentes del presente se las ha olvidado la necesidad de sufrir por el evangelio. Sufrir por el evangelio no sólo está relacionado con predicar el evangelio y ser rechazado por hacerlo. Sufrir por el evangelio es mantenerse fiel a él en medio de iglesias que no quieren oír toda su profundidad bíblica. La gente “demanda cosas prácticas” me han dicho algunos hermanos y pastores. Y con eso niegan que la profundidad de la Escritura pueda tener algo de valor para sus vidas. A aquellos pastores se les debería repetir las palabras del Señor a Samuel, “no te han desechado a tí, sino a mí” (1 Sam 8:6). No querer profundizar en el mensaje del texto es hacer precisamente eso. Cambiar el texto por la imaginación y la creatividad del orador no es otra cosa que eso también. Es por eso que no me llaman la atención los llamados sermones dramatizados, por populares y atractivos que sean: tienden a alejarse de lo que el texto dice para hablar de los sentimientos del intérprete, concentrarse en la “inicua imaginación santificada,” y menosprecio de lo que el texto dice.

Cuando la Biblia no provee “pasos” o “secretos” o “consejos” el predicador tratará de imponer una estructura al texto que refleja frecuentemente convicciones preconcebidas al texto. Se hace, me dicen, para “ayudar” a la audiencia con cuestiones prácticas. Pero no son cuestiones que provienen del sentido que guía el texto bíblico. Creo yo que lo que hace más fácil es el trabajo del orador, pero al mismo tiempo traiciona el sentido más original del escrito. Como resultado, trunca el propósito final de escuchar el texto en su contexto literario original. Ese propósito no puede ser otro sino el de formar discernimiento en el creyente. Este discernimiento no se favorece porque al creyente reciba todo en cuchara, en gotas para niños que se quedan como niños… Es ese discernimiento el que finalmente los habría de ayudar a escoger entre falsos y genuinos predicadores.

6. Obra de satan

Ya hemos mencionado que una de las razones por las que mucha gente no ve la diferencia entre un verdadero predicador y uno falso es que no son creyentes. Lo que se debe subrayar, es que a los no creyentes también los domina Satanás. El es quien ciega los ojos de los hombre para que no resplandezca el evangelio de Cristo (2 Cor. 4). Todo el mundo está bajo el malo (1 Juan 5:19-20). Aunque Jesús nos dio suficientes herramientas para que pudiéramos diferenciar a los falsos predicadores (e.g. Mateo 7), lo cierto es que resulta increíble que muchos simplemente no lo ven. No ven que el predicador es amoral, no sólo porque algunos tiene problemas sexuales, y otros tiene problemas con mamón–el dios del dinero. Muchas veces también tiene problemas con la soberbia, la manipulación, es un caudillo incuestionable (“A nadie llaméis Señor, Papá, o Maestro”), etc. Pero la gente parece no verlo. Para mi no hay duda que la capacidad de convencimiento proviene del más allá. Sí, de aquel que es descrito como el que convencerá a las naciones para batallar contra Jesús (Apoc. 20:8). Tampoco pueden ver que muchas de sus doctrinas no funcionan. Mientras predican prosperidad, sus catedrales se cierran por bancarrota. Mientras pretender curar a muchos, sus propias enfermedades van en aumento por la tensión bajo la que viven. Aunque el Nuevo Testamento, hace hincapié en la edificación de las personas como templo de Dios, ellos gastan millones de dólares en majestuosos templos de ladrillo y piedra. Es un secreto a voces, en varios países de Latino América, que los fondos para esas gigantes construcciones tienen un trasfondo tan pecaminoso, como el de sus adictos dueños. ¿Y qué diré de las fincas y negocios chuecos… Pero los “pobres” feligreses no lo ven. Ellos seguirán hablando de prosperidad, pero el único que prospera–por ahora–es sólo uno… No cabe duda que cuando Satán ciega lo hace bien. Sólo el Señor con nosotros…

Si con alguna de estas palabra pudiera rescatar a alguno, me sentiría gozoso de poder experimentar en carne propia Judas 1:23.

7. Niños predicadores

Hace algún tiempo miré en línea un corto video de un niño de unos diez años quizá. “Predicaba” como un hombre mayor. Sus gestos, movimientos, incluso la entonación de la voz, parecía un orador experimentado. El contenido de su prédica, sin embargo, era estereotipado, como si una maquina reproductora de mp3 simplemente repetía frase claramente aprendidas. No quiero decir con esto que Dios nunca pueda ocupar a un niño para darnos palabra. Pero la predicación pública es otra cosa. Requiere madurez. Requiere crecimiento en las cosas del Señor. No es para un novato o neófito. Por eso el nombre de “ancianos” en la iglesia primitiva. Eran esos los líderes encargados de enseñar. Esos ancianos ordenados según la practica judía, también nos recuerda que el ministerio era guardado para el hombre maduro de más de treinta años. Así fue con nuestro mismo Señor.

Cuando pienso en niños, además, tengo en mente no sólo la edad biológica, aunque esta también es importante. Algunos graduados de seminario están apenas en los primeros días de su ministerio. Y muchas veces de allí van directamente a un púlpito de iglesia, cátedra de seminario, o silla de directivo. Muchas iglesias no han aprendido a diferenciar entre genuinos y falsos predicadores porque han crecido con niños como líderes. Así lo han permitido. Así lo han propiciado. Sin darse cuenta, han caído en la situación lamentable que ya aquel famoso Predicador anticipaba: “Ay de ti, tierra, cuando tu rey es un muchacho” (Ecl. 10:16). La función del predicador debe ser la de enseñar sólida doctrina. La exégesis, hermenéutica, y exposición del Libro Santo es un ejercicio de seria espiritualidad. Dios nos lo ha dado no para que los niños lo tuerzan con caprichos y fantasías pueriles. Pero muchas veces parece que más nos interesa la emoción, la entonación, el “carisma” secular, la capacidad oratoria, y la apariencia personal. Nos interesa más cómo dice el predicador las cosas, que qué cosas dice. Por eso no es necesario que los pastores vayan a estudiar con otros maestros la Escritura. No es importante que aprenda a dar cuentas a otros que saben de la Escritura igual o más que él. Por eso, el niño, puede salir con cualquier disparate. Nadie le dirá nada. Pero una iglesia con predicadores que son niños biológicos y niños en el estudio de la Escritura, sólo produce bancas llenas de niños también.

Y de esa forma les será muy difícil diferenciar entre un verdadero predicador y uno falso.

El final

Habrá quizá varias otras razones por las que a muchos creyentes contemporáneos les cuesta diferenciar entre un buen predicador y uno falso. A este punto sobra decir que lo genuino de un predicador no debería juzgarse por su emoción, convicción, relevancia, jocosidad, locuacidad, claridad, si hace llamamiento, si lo acompaña lo sobrenatural, si algunos levantan la mano cuando se les pide, etc. Si esto es lo que te hace creer que estás con un buen predicador, no conoces lo que significa el ministerio de la predicación cristiana. Para cambiar esa perspectiva, algo más que leer este corto artículo será necesario. Si en algo este escrito hace volvernos al texto bíblico para buscar ayuda de Dios en este delicado asunto, estaré más que satisfecho. ¡Cristo es Rey!
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Gerardo A. Alfaro es profesor de teología sistemática y director de la división de estudios teológicos del Southwestern Baptist Theological Seminary en Fort Worth, Texas.

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