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PRIMERA PERSONA: Acerca de esos pastores …


MAYFIELD, Ky. (BP) — El relato de los pastores en el pasaje de Navidad de Lucas (Lucas 2:8-20) continúa fascinando a los lectores modernos. Al recibir el angélico mensaje de que el Mesías había nacido en la cercana Belén, estos pastores dejaron su bien protegido rebaño de ovejas para buscar las buenas nuevas.

Los teólogos nos dicen que el mensaje de los ángeles representaba la anunciación de Dios del nacimiento de su Hijo a la gente común de Israel, pero ¿quiénes eran esos pastores?

Los pastores de Belén persistían una honorable ocupación que también se preciaron de tener varios personajes del Antiguo Testamento, incluyendo a Abel, Abraham, Isaac, Jacob, Raquel, Moisés, David, Job y Amós — solamente para mencionar a algunos.

Ellos mayormente cuidaban rebaños de ovejas de cola ancha (ovis laticaudata) que todavía pueden ser encontrados en Tierra Santa hoy en día. Alusiones a la altamente preciada “grasa de la cola” de esas ovejas pueden ser encontradas en Éxodo 29:22 y Levítico 3:9.

En términos de los quehaceres diurnos y nocturnos, los pastores eran responsables de apacentar y abrevar las que estaban a su cargo, protegerlas del robo por parte de los humanos y de la depredación, y de trasquilarlas a su debido tiempo, ordeñarlas para obtener los productos lácteos y proveerlas para los sacrificios rituales o el consumo humano durante las festividades importantes. Como regla general, las ovejas de producción de leche o de producción de lana eran muy valiosas para ser parte del menú diario.

Aunque el Viejo y el Nuevo Testamento les atribuyen un gran y personal honor a los hombres y mujeres de esta ocupación, los pastores de la era del nacimiento de Cristo parecen ser menos apreciados en la tradición judía.

Los rabinos que produjeron la literatura talmúdica (escrita alrededor de los 200-500 A.C. pero con tradiciones orales desde antes, durante y después de la vida terrenal de Jesús) frecuentemente consideraban a los pastores como deshonestos y propensos a violar la ley judía.

De la misma manera, “Filón, sabio judío en Egipto y contemporáneo de Jesús, escribió que los pastores “son considerados alevosos y afrentosos” (En Husbandry, 61).

Sin embargo, Dios a menudo usa vasijas poco comunes para impulsar su voluntad. De acuerdo a la mishná judía (200 A.C. pero que también contenía antiguas tradiciones orales de edades anteriores), los animales de la vecindad de Belén (específicamente de Migdal Eder – “Torre del Rebaño”) podrían ser ofrecidos para los sacrificios del Templo (Shekalim 7:4).

De acuerdo a Eusebio, líder cristiano palestino del Siglo IV en su obra: “Concerniente a los nombres de lugares en las Sagradas Escrituras” (Sección B, 196), Migdal Eder estaba ubicado una milla romana al este de Belén (una milla romana de 1.000 pasos es similar a lo que es un kilómetro y medio para nosotros).

Si los pastores en el relato de Lucas eran aquellos que cuidaban los rebaños que potencialmente estaban destinados para el Templo en Migdal Eder, debieron haber estado especialmente receptivos al mensaje de los ángeles.

Tanto las ubicaciones geográficas de Belén como del cercano Migdal Eder están mencionadas en la profecía de Miqueas sobre el Mesías (Miqueas 5:2 y 4:8). En relación a Migdal Eder, este lugar también está ligado a la venida del Rey.

Si los pastores que cuidaban los rebaños para el Templo localizado en Migdal Eder conforman los pastores del relato de Lucas, entonces la anunciación de los pastores cumpliría ese aspecto de la profecía mesiánica.

Cuando el ángel del Señor apareció a estos pastores, acompañado de una gran luz (Lucas 2:9), la primera reacción de ellos fue de puro terror. Sin embargo, el ángel los calmó diciéndoles que el Mesías recién había nacido en la cercana Belén.

Aunque no se revela la exacta ubicación del niño en la ciudad, el ángel relacionó que el niño era el que estaba envuelto en pañales y acostado en un pesebre (v. 12). Después de que al ángel se le unió una hueste celestial que alababa a Dios, ellos dejaron a los pastores.

Los desconcertados pastores, sin embargo, decidieron ver al niño Cristo. No podían dejar pasar la oportunidad de ver al “Cordero de Dios.” Después de una corta caminata a la ciudad (solamente poco más de un kilómetro y medio si Eusebio está en lo correcto), encontraron al niño con sus padres.

No solamente alabaron a Dios por el mensaje angélico y por la visita al niño, ellos compartieron estas nuevas con otros (v. 17-20). Los que escucharon el relato de los pastores también quedaron asombrados.

La anunciación a los pastores de Belén demostró el amor de Dios hacia la gente común. La previa anunciación del nacimiento del Señor había ocurrido solamente a miembros de la familia como María, José, Zacarías y Elisabet.

La primera anunciación a aquellos de fuera de la familia no fue al establecimiento sacerdotal en Jerusalén, o a aquellos de la casa real de Herodes o a los ricos terratenientes de Judea sino en vez de eso fue a estos comunes pastores a quienes la tradición rabínica había manchado.

Verdaderamente, las buenas nuevas no eran para personas respetadas. Simples pastores, como los subsecuentes pescadores y campesinos entre los discípulos de Jesús, serían los receptores y proveedores del evangelio.

Hoy en día muchos pastores en el área de Belén y en otras partes de Israel/Palestina todavía buscan y profesan el cristianismo, y sus historias pueden ser encontradas en el internet y en la prensa popular. En los siglos XX y XXI, muchos de ellos lograron algún reconocimiento de la comunidad evangélica cristiana en EE.UU.

Por ejemplo, Stephen A. Haboush relató sus experiencias como pastor palestino en su obra “Mi vida pastoril en Galilea.” La larga tradición de pastores que buscan seguir a Dios por fe se extiende desde Abel, el hijo de Adán, hasta el día presente. Los pastores ubicados cerca de Belén la noche de la natividad del Señor fueron un capítulo muy importante de esa larga tradición.
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Stephen Douglas Wilson es decano emérito y presidente del departamento de historia de Mid-Continent University en Mayfield, Kentucky, y miembro del Comité Ejecutivo de la CBS.

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  • Por Stephen Douglas Wilson