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Gracia salvadora: cristianos luchan contra infanticidio en un tugurio de la India


INDIA (BP)–Una bebé, de solamente unas horas de nacida, es llevada para su ejecución.

La mujer que la carga se llama a sí misma partera, pero cualquiera en este tugurio hindú sabe quién es ella realmente: la portadora de la muerte.

Cuando la mujer se acerca a la olla de presión, la madre de la criatura no hace nada. Después de todo, ella ya pagó los 30 centavos para que su recién nacida hija fuera hervida viva.

La mujer baja a la contorsionada criatura al agua. La tapa se cierra de golpe. La llama se aviva. Luego el escaldado cuerpo es tirado a los perros para ser devorado.

Aun más común, una madre rehúsa alimentar a su hambrienta bebé hasta que la “partera” llega para silenciar el suplicante llanto de la niña con una botella de veneno y fría indiferencia.

Si la madre no puede encontrar ayuda, ella misma mata a la niña. Luego sin ninguna ceremonia entierra a su bebé debajo de su casa, quizá junto a otras hijas que han sido desechadas antes de esta niña.

¿Cómo una madre puede asesinar a su propia hija?

A pesar de eso, ¿cómo fue salvada la bebé Grace (Gracia)?

Tales preguntas prueban las profundidades de la depravación humana — y los apasionados esfuerzos de los cristianos quienes, por lo menos en este pequeño rincón de la India, pueden finalmente hacer un cambio radical.

Sati Alva*, una cristiana de la India, vive a unos pasos de uno de los tugurios de su ciudad. Una escuálida extensión de mugrientas casas de un solo cuarto y de callejones llenos de basura; es un lugar repleto de miseria. Los hombres golpean salvajemente a sus esposas en nocturnos arrebatos de furia llenos de licor en el que gastan todos sus ingresos. Las traumatizadas mujeres se vuelven a la prostitución o al trabajo servil y dejan a sus hijos expuestos al juego, al licor y al robo.

“Esa es la condición del tugurio,” dijo Sati. “Ni siquiera a las madres realmente les importan los niños.”

Los niños son el principal interés de Sati. Con la ayuda del Fondo para el Hambre Mundial de los Bautistas del Sur, ella y su esposo Ravindra* operan un programa de alimentación y educación después de clases donde más de 200 niños de los tugurios llegan para escapar de sus abusivos hogares, obtienen ayuda con la tarea escolar, comen quizá la única comida del día — y aprenden sobre Jesús.

Durante años, cuando Sati y Ravindra escuchaban a esos niños cantándole a Dios, desconocían de la sangre de sus hermanas que deberían haber estado ahí cantando junto a sus hermanos.

“La gente acostumbraba llegar e irse, pero no sabíamos el secreto de que ellos estaban matando a sus hijas,” dijo Ravindra.

Finalmente él y Sati supieron la verdad, la que confirmaron las mismas madres.

“Puedo decir que cerca del 80 por ciento de las mujeres ya lo han hecho [asesinar a una bebé],” dijo Sati. “Todas las madres de los niños lo han hecho, y todavía lo están haciendo.”

Se trata de dinero.

“[Los padres] no pueden criarlas [a las niñas],” explicó Sati. “Las tienen que dar en matrimonio, lo que cuesta mucho, y tienen que pagar una dote.”

La dote, un pago en efectivo o bienes de parte de la familia de la novia a la familia del novio, es ilegal en la India pero aun ampliamente practicado en pueblos y tugurios urbanos. En combinación con otros gastos de la boda, se convierte en una fortuna para una familia que lucha para sobrevivir. Como resultado, las familias en muchas áreas pobres de la India permiten que viva una hija pero matan al resto.

“Ellos dicen que es muy difícil para ellos,” dijo Sati. “Dicen: ‘Si no podemos alimentarnos a nosotros mismos, ¿cómo podremos criar a esta niña y darla en matrimonio?'”

Cuando Sati y Ravindra se confesaron fracasados con las mujeres del tugurio para salvar a las bebés, nunca se imaginaron lo que Dios tenía guardado para sus vidas. Él lo reveló en un pueblo un día durante un encuentro que todavía persigue a la pareja.

“Ese día, un hombre nos trajo una bebé que su esposa y su madre estaban a punto de matar,” relató Sati. “Él dijo: ‘Ustedes cristianos se harán cargo de mi bebé, yo sé, así que por favor tómenla.’ Él solamente me la puso en las manos y estaba listo para irse.”

En shock y completamente desprevenida para cuidar de una criaturita, le pidieron al hombre que regresara.

“No estábamos seguros de lo que íbamos a hacer,” dijo Sati. “Le dijimos: ‘Tenga a la bebé. Buscaremos algún orfanatorio o alguna organización que la cuide, luego se lo haremos saber para que nos la traiga de nuevo.'”

Fue un error que ella lamenta con lágrimas.

“Esa tarde cuando regresamos al pueblo, ya habían matado a la bebé,” dijo ella. “Sentimos como si hubiéramos sido la razón de que esa bebé muriera.”

En ese momento, sus excusas murieron también. Determinados a que ninguna otra niña pereciera, Ravindra y Sati oraron y trabajaron tres años para construir un orfanatorio en un pueblo a cerca de 112 kilómetros de la ciudad. Ellos dedicaron el edificio en octubre del 2009.

“Anunciamos en el tugurio que estábamos listos para tomar a las bebés,” dijo Sati. “Dijimos: Por favor, no maten a las bebés. Vengan y déjenlas aquí.”

La respuesta fue desconsoladora.

“Ellos dijeron que preferían matar a las bebés que entregarlas,” dijo Sati.

Las mujeres, que ya temían ser descubiertas como asesinas de bebés, se preocuparon de que sus hijas finalmente supieran quiénes eran sus padres y les dijeran a otros de su abandono. Sati les prometió a las mujeres que las niñas serían criadas en el orfanatorio lejos de la ciudad.

Entonces, muy temprano una mañana de noviembre pasado, el perro de Sati comenzó a ladrar furiosamente. El ama de llaves salió para investigar.

“Ella abrió la puerta,” dijo Sati, “y entonces vio a la bebé en el felpudo de la entrada.”

El corazón de Sati se le quería salir del pecho de la emoción. Ellos habían anunciado la apertura del orfanatorio un mes antes, todavía hasta ese momento, las cunas estaban vacías. Ahora una recién nacida estaba a la puerta.

“No sabía qué hacer,” relato Sati. “Ni siquiera podía hablar. Realmente estaba en shock.”

Solamente tres días después, Grace (como la nombró Sati) necesitó cuidado inmediato. Tenía los pies vueltos hacia dentro a raíz de un defecto de nacimiento, y un chequeo médico reveló la posibilidad de hepatitis, una virulenta enfermedad del hígado.

El pueblo de Dios puso manos a la obra. Los amigos cristianos de Sati y Ravindra proveyeron ropa, pañales, fórmula y financiamiento para las visitas al hospital. Algunos contactaron a parientes en EE. UU., donde cuatro familias pidieron adoptar a Grace.

“Dios ha provisto todo,” dijo Sati. “Creo que él continuará proveyendo. Nosotros no tenemos todo [lo que ella necesita], pero confiamos en que el Señor proveerá para ella, porque él la ha traído aquí.”

Cuando en el tugurio se esparcieron las noticias de que una mujer había dejado a su bebé con Ravindra y Sati en vez de matarla, llegaron a ver por ellos mismos. Cuando Sati explicó cómo harían para arreglar los pies de Grace y luego llevarla al orfanatorio, la gente alabó a la madre de Grace por hacer “una muy buena decisión.” Fue un cambio que Sati difícilmente podía creer.

“Las mujeres decían que de ese momento en adelante la gente comenzaría a llevar más [bebés] y dejar de matar,” relató ella. “Eso salió de la boca de las mujeres.”

Para Sati, Grace no es solamente el consuelo por la criaturita que ella y Ravindra no pudieron salvar hace algunos años, sino también la esperanza de que el invisible holocausto alrededor de ella finalmente desacelere.

“Cuando [Grace] llegó, pensé que Dios había contestado nuestras oraciones y había salvado a esta niña,” dijo ella. “Él salvaría más vidas a través de Grace, porque la gente está viendo [cómo la cuidamos].”

Ravindra tiene muchas dudas. Aunque Dios la ha salvado, él sospecha que la mayoría de las mujeres continuará matando a sus hijas, aunque ellas conocen ahora un lugar seguro para dejarlas.

“Ellas todavía piensan que matar [a la bebé] es mejor que dársela a otros,” se lamentó. “Ellos piensan que si las bebés viven en algún otro lugar, la sociedad se dará cuenta de que esas bebés les pertenecen, y la gente va a hablar. Piensan que si las matan, la gente hablará una semana o un mes, pero después de eso no habrá ningún problema.”

Pero él y Sati todavía estarán allí, trabajando sin descanso para arrebatar la vida de las garras de la muerte y oran para cambiar la cultura del infanticidio femenino que todavía impregna el tugurio.

“Yo recién estaba diciéndole a Ravindra que hasta que no tengamos todas esas bebé en nuestro hogar, no estaré satisfecha,” dijo Sati.

El camino por delante es difícil; operar un orfanatorio es caro, y aun ahora ellos no saben de dónde vendrá el financiamiento. Pero esta pareja, que una vez ni siquiera tuvo dinero suficiente para comprar una bicicleta pero ahora puede alimentar a cientos de niños, confía en que el Señor proveerá.

“Sé que Dios tiene un propósito para cualquiera que él traiga aquí,” dijo Sati. “Él tiene un plan especial para sus vidas, así que todo lo dejo en sus manos. Él tendrá cuidado de todo.”

Exámenes médicos adicionales confirmaron que Grace sí tiene hepatitis. Ella está padeciendo una serie de enyesados hasta las caderas para ayudarla a enderezar la curvatura de las piernas, y más adelante tendrá cirugías correctivas.

“Grace tiene un peso saludable y sonríe mucho,” dijo el representante bautista del sur Bryson Holtson*.

La historia de Grace muestra como aparentemente insignificantes actos de amor pueden cambiar el mundo de maneras profundas. La mayoría de los cristianos que donaron para el Fondo para el Hambre Mundial probablemente nunca imaginaron que estarían ayudando a salvar a una pequeña niña destinada a la olla de presión. Esas bendiciones invisibles son las que Holtson desea que los cristianos vean.

“En Asia del Sur, hay un billón de personas con estas grandes necesidades, y muchos cristianos se sienten abrumados, y no hacen nada,” dijo Holtson. “Sin embargo, mi experiencia desde África hasta aquí es que las cosas que nos parecen muy pequeñas pueden ser cosas que la gente nunca olvidará.”
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*Los nombres han sido cambiados. Marcus Rowntree sirvió como escritor pasante entre los pueblos de Asia del Sur. Los lectores pueden escribirle a Rowntree a [email protected]. Para obtener más información en cómo ayudar al Fondo para el Hambre Mundial, visite www.imb.org/worldhunger.

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  • Por Marcus Rowntree*