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EDITORIAL: El diseño de Dios de la creación es supremo


NASHVILLE, Tenn. (BP)–“Dios es soberano” es más que un eslogan, es una verdad fundamental que trasciende nuestra existencia mortal pero que asimismo también es evidente en ella.

Él es omnisciente, omnipotente y omnipresente, y ningún otro ser tiene ni siquiera una de estas cualidades divinas.

Durante la creación, él simplemente dijo: “Que exista” y cualquier cosa que dijo apareció. Al final, él simplemente hablará y derrotará a sus enemigos.

Él es soberano aun dentro del diseño de su creación, de modo que nadie tiene excusa de no saber que hay un Dios (Romanos 1:20).

Yo siempre he aceptado la verdad de la soberanía de Dios sobre toda la creación; solamente que no había considerado mucho el significado de esta verdad hasta que serví como aviador naval y visité Nagasaki, una de las dos ciudades arrasadas por las bombas nucleares en el intento de finalizar la guerra con Japón.

Yo no estaba seguro de lo que esperaba encontrar.

Sí recuerdo que pensé que verdaderamente ellos tenían que reconstruir la ciudad a cierta distancia del sitio original del que había sido destruida. Y recuerdo haberme quedado atónito por la activa ciudad portuaria que prosperaba en la construcción naval, la pesca y el turismo — y por el hecho de que había sido reconstruida en el mismo suelo que había sido calcinado por la explosión nuclear.

Fue especialmente notable para mí después de visitar el Parque de la Paz construido en el hipocentro de la explosión y leer la magnitud de la pérdida de vidas: 73.884 muertos inmediatamente y 74.909 heridos (varios cientos de miles quedaron enfermos o murieron luego debido a la exposición a la radiación). Sin embargo ahí estaba yo de pie a poco más de 40 años después, en el mismo sitio en el que el poder de la detonación nuclear se sintió primero.

Eso causó un giro en mi modo de pensar acerca de la guerra y acerca de quitarle la vida a un enemigo — aun actuando bajo las órdenes de las autoridades ordenadas por Dios, no es algo para tomar a la ligera. Solo puedo imaginarme la lucha del presidente Truman ante la decisión de desatar lo que sigue siendo la más poderosa fuerza hecha por el hombre usada de manera intencionalmente destructiva.

La visita también me ayudó a desarrollar un mayor entendimiento de la soberanía de Dios que se muestra en su diseño de la creación. Después de absorber el mayor poder destructivo que el hombre pudiera generar en ese tiempo, el trabajo de la mano de Dios se recuperó y floreció — no es tan frágil como para que el hombre pueda destruirlo.

El médico cristiano Takashi Nagai (un residente de Nagasaki que fue herido; su hogar que quedaba solamente a poca distancia de la zona cero, destruido; y su esposa quemada instantáneamente por la bomba hasta quedar en cenizas) escribió acerca de la destrucción y las secuelas, y la voluntad de Dios.

Él también narró la recuperación de la ciudad.

Después de la devastación, el gobierno advirtió a aquellos que permanecieron que ninguna planta podía crecer en Nagasaki por lo menos durante 70 años y urgió a los sobrevivientes a salir. Sin embargo, Nagai rehusó hacerlo y en vez de irse estuvo pendiente de las señales de recuperación, y pronto vio los límites del entendimiento de los expertos sobre el diseño de Dios de la creación.

“Después de tres semanas, encontramos un enjambre de hormigas,” escribió en “Las Campanas de Nagasaki.”

Pero también encontró otras criaturas.

“Después de un mes, encontramos gran cantidad de gusanos. Luego encontramos ratas correteando.”

“Los” expertos se habían equivocado. La vida estaba activa en la zona cero solamente semanas después de la detonación nuclear. Nagai había descubierto cuán robustamente Dios había diseñado la creación para que sostuviera la humanidad, la corona de su creación.

Hay alguna teología crítica acerca de la creación que revela el propósito de Dios en su diseño.

Primero, toda la creación glorifica a Dios, y toda la naturaleza señala hacia él (Colosenses 1:16, 17). El salmo 19:1 dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios” y Romanos 1:20 añade que “su eterno poder y su naturaleza divina se perciben claramente a través de lo que él creó.”

Segundo, la humanidad es la corona de la creación de Dios: Solamente el hombre y la mujer fueron creados a su imagen (Génesis 1:27), y la salvación es solamente para la humanidad (1 Juan 2:2), no para ninguna otra cosa de su creación; ni siquiera los ángeles comparten este regalo (1 Pedro 1:12).

Tercero, Dios es fiel para cumplir sus promesas (por ej. Deuteronomio 7:9, 1 Corintios 1:9): Específicamente, él determinó diseñar una creación que sustentara la existencia del hombre (Génesis 1:26) hasta su juicio (2 Pedro 3:7).

No es que la Biblia no requiera que el hombre sea buen administrador de la creación. Una de las más profundas declaraciones de la conservación ambiental es la prohibición de Dios de usar árboles frutales en una guerra a una ciudad sitiada (Deuteronomio 20:20) — en esencia, protege al hombre de dañarse a sí mismo.

La ciencia también da evidencia de la misma clase de protección que Dios ha diseñado hacia el ecosistema.

Mucho se ha hecho acerca de la contribución del hombre al calentamiento global y al cambio del clima. Las más frecuentes estadísticas citadas involucran contribuciones hechas por el hombre a las concentraciones de gases de invernadero (los cuales “atrapan” el calor) como el dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nítrico (N2O) y gases misceláneos como los clorofluorocarbonos (CFCs). Las actividades humanas han sido documentadas como productoras de cerca del 5.53 por ciento de esos gases combinados, resultando en una contribución antropogénica (a través de estas cuatro fuentes de gases) al calentamiento global de cerca de 3.3 por ciento (no todos los gases contribuyen de la misma manera al calentamiento global).

Sin embargo, estos cuatro gases componen solamente una pequeña porción de los gases de invernadero. EL VAPOR DEL AGUA — el cual es 99.999 por ciento de origen natural — realmente constituye el gas invernadero más significativo de la tierra y responde por cerca del 95 por ciento del efecto invernadero. Por lo tanto, en comparación con todos los gases invernaderos, incluyendo el vapor del agua, las contribuciones antropogénicas — las que añade el hombre — a las fuentes naturales del calentamiento global llegan solamente a 0.28 por ciento –- o un veintiochoavo de un uno por ciento — del efecto invernadero.

Aunque esta información confirma las limitaciones en la habilidad del hombre para deteriorar el sistema diseñado por Dios, no niega que el cambio climático ocurre. De hecho, lo constante acerca del clima es el cambio. Muestras de glaciar evidencian un patrón a largo plazo de un ciclo climático de 1.500 años de calentamiento moderado con giros de enfriamiento asociado con actividad solar que no tiene causas antropogénicas.

Sin embargo, la humanidad puede tener un impacto ambiental negativo, inclusive uno severo. Nagasaki, Hiroshima, Chernobyl, la isla Three Mile y el Canal Love muestran que los humanos son capaces de poner en peligro por lo menos por un tiempo el paraíso que Dios ha provisto para sostener la vida.

Sin embargo, es un salto — científicamente o bíblicamente — sugerir que el hombre puede atajar la soberanía de Dios representada en su diseño de la creación.

Hay buenas razones para adoptar prácticas sensibles para limitar la contaminación y el cambio ambiental. Los principios bíblicos de mayordomía como los de Deuteronomio 20:20 nos instruyen a proteger las provisiones naturales que Dios ha creado para que el hombre las use para sostener la vida. Además, como asunto práctico, a la gente no le gusta probar, oler, tocar, ver ni oír la polución. En el contexto de los mandatos bíblicos de tratar al prójimo con dignidad y respeto (por ej. Romanos 13:9, 10), los creyentes asimismo deben ser lo suficientemente considerados para no crear polución que otros deban sufrir.

Desafortunadamente, el movimiento de cuidado de la creación de la izquierda evangélica parece guiado más por la satisfacción política, filosófica y emocional y menos por la convicción teológica. Verdaderamente, al discutir su posición, los proponentes tienden a apoyarse pesadamente en adagios sobre la mayordomía ambiental solamente para sacar conclusiones precipitadas de que el hombre es responsable del calentamiento global y del cambio climático. La doctrina parece secundaria — con algunos que ofrecen un poco más que melodramáticos clichés como: “Destrozar la creación, no es diferente de arrancar una página de la Biblia.”

Además, el diseño de la creación apunta a su gloria, poder y majestad, especialmente ante la dañina actividad antropogénica. La humanidad puede quemar bosques, remover cimas de montañas e inclusive calcinar el mundo con armas nucleares. Sin embargo, las más horrendas de las predicciones de “los expertos” de irreversibilidad continúan quedando cortas de lo que se presume.

Pocos estadounidenses parecen recordar el pronóstico de Carl Sagan sobre un “invierno nuclear” que él dijo que resultaría de la amenaza de ese momento de Saddam Hussein con la estrategia de que los yacimientos petroleros de Kuwait socarrarían la tierra.

En un editorial del Baltimore Sun que fue publicado el 31 de enero de 1991, Sagan era firme en que “las consecuencias podrían ser espantosas.”

“Tapar rápidamente el fuego de 363 pozos de petróleo en una zona de guerra es imposible,” escribió él con Robert Turco.

“Los fuegos podrían arder fuera de control hasta que ellos por sí mismos se apagaran,” presentó sugiriendo que el hollín resultante se extendería a lo largo de todo el sur de Asia y sería llevado alrededor del mundo.

“Debajo de ese paño mortuorio, los rayos del sol se opacarían, las temperatura bajarían y las sequías serían más frecuentes,” poniendo en peligro los suministros de comida, demandó él abogando que la guerra debía ser evitada.

No obstante, la creación de Dios mostró más resistencia que el crédito que le dio Sagan. El hollín de cerca de 600 fuegos de pozos petroleros se disipó y aunque la región experimentó en un relativo corto plazo un pequeño aumento en la temperatura, los patrones del clima se recuperaron más bien rápidamente.

Al final, la profética naturaleza de la creación no es alterada por actividades humanas. Dios dijo que el hombre no tiene excusa porque su poder (el poder de Dios) es evidente en la creación (Romanos 1:20). Eso implica que la creación continuará declarando la gloria de Dios hasta el mismo día en que su plan sea consumado. Una creación destruida por el pecado humano podría difícilmente decirse que revela el eterno poder de Dios y su naturaleza divina.

Dios es soberano y su diseño de la creación lo manifiesta. Sugerir algo distinto ignora la revelación de Dios de la verdad en su Palabra y también rechaza la evidencia en lo que ha hecho para cumplir su promesa de proveer para la existencia de la humanidad.
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Will Hall es el director ejecutivo de Baptist Press.

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  • Por Will Hall